Cuando uno accede al hall de entrada, tan austero en sus formas y decoración, no sospecha lo que se va a encontrar en el interior del museo, pero todo cambia radicalmente en cuanto traspasamos las puertas de entrada y nos encontramos con el Gran Portal y la Escalera de Honor, una de las piezas más espectaculares del palacio, a la que volveremos más tarde.
La visita al Museo comienza en el entresuelo, en el Recibimiento del ala de verano y una galería, en la que se exhibe pintura de temática religiosa, que nos conduce directamente al jardín. Desgraciadamente no se conserva documentación sobre el proyecto del mismo, salvo un apunte del propio marqués, por lo que el que podemos contemplar, de corte clásico-romántico, es una recreación de 1995.
Volvemos sobre nuestros pasos, entrando de nuevo al edificio, para recorrer una sucesión de estancias, comunicadas entre sí, que deben su nombre, siguiendo la costumbre de la época, al tono de sus tapicerías. En primer lugar, nos encontramos con el Salón Rojo, despacho donde el Marqués atendía a administradores y proveedores. Destaca en esta estancia el retrato de Fernando de Aguilera y Contreras, XV marqués de Cerralbo. La siguiente estancia es el Salón Amarillo que era utilizado como comedor en la época estival. A destacar en este salón el papel pintado de las paredes que es el único original que se conserva en el palacio. De aquí pasamos a la Salita Rosa en la que se ha recreado el gabinete de la marquesa de Villa-Huerta. En clara contraposición con estas salas, opulentas y vistosas en su decoración, la siguiente estancia es el dormitorio del marqués de Cerralbo en su viudedad, sobrio y austero, que cuenta con parte del mobiliario original. Y, por último, en esta planta, pasamos por un pasillo que era utilizado por los criados y que actualmente está decorado con algunos recuerdos carlistas.
Para continuar con la visita subimos por la Escalera de Honor, una de las piezas fundamentales del palacio y reflejo del prestigio social de los propietarios de la casa, que arranca con una balaustrada y peldaños de mármol y siguiendo con una barandilla de hierro forjado que perteneció al antiguo Monasterio de las Salesas Reales. En las paredes del Gran Portal podemos contemplar múltiples elementos alusivos al origen aristocrático del propietario: el escudo de armas del matrimonio Cerralbo flanqueado por dos tapices del S. XVII. A destacar también el cuadro de Santo Domingo en Soriano obra de Antonio de Pereda. En el primer descansillo de las escaleras nos encontramos con el acceso al ala de invierno en el que se encuentran el Recibimiento de invierno en el que, aparte de otro mobiliario, hay un gran espejo de cuerpo entero para que las visitas se retocasen antes de ser recibidas; la Capilla y el Salón de Confianza estancia en la que los marqueses recibían a sus visitas de diario. A destacar en esta sala una gran lámpara de cristal de Murano. El salón está comunicado con el Salón Comedor que también hacía las funciones de sala de estar al ser una de las zonas más caldeadas del palacio. A continuación, estaba el Salón de Música donde la marquesa de Villa-Huerta realizaba sus prácticas de piano.
Abandonamos el ala de invierno y seguimos ascendiendo por los peldaños de la escalera de Honor hasta llegar al piso principal, destinado al protocolo y que se habría, únicamente, para recepciones, fiestas y bailes, por lo que su decoración es mucho más suntuosa y artística.
Comienza la visita, a esta planta, por la Armería, en la que se exponen más de 400 piezas, donde destacan las armas y armaduras, expuestas al modo de las salas de armas medievales. En medio del pasillo, que conforma la Armería, encontramos una pieza poco habitual en una casa de finales del S. XIX: una Sala de Baño con una bañera de mármol y grifería de agua caliente y fría. A continuación, se halla la Sala Árabe, estancia esencialmente de uso masculino pues estaba asociada al consumo de tabaco. Su decoración pretendía imitar el interior de una jaima y estuvo muy de moda desde el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Al final del pasillo llegamos al Salón Estufa concebido, inicialmente, como invernadero pero que quedó convertido en un gabinete donde mostrar las piezas de arqueología.
Para continuar con la visita tendremos que volver sobre nuestros pasos para encontrarnos con la Sala de las Columnitas, a la que da nombre el conjunto dispuesto sobre la mesa central, y el Salón Vestuario dos piezas del palacio donde acostumbraban a reunirse los caballeros. Las damas lo hacían en la Salita Imperio que estaba a continuación de los anteriormente citados. A continuación, tenemos dos estancias que sobresalen por encima de otras: el Comedor de Gala, donde tuvieron lugar las cenas de etiqueta en su gran mesa de caoba y nogal para veinticuatro comensales, y el Salón de Billar con su espectacular mesa de carambolas y la lámpara horizontal que ilumina toda la mesa por igual. Justo antes de salir a las Galerías, donde podemos contemplar las obras pictóricas más importantes de la colección, se encuentra el Salón Chaflán concebido para la tertulia y el descanso entre baile y baile. En este salón podemos contemplar pinturas en techos, alusivas a la música y a la pintura, y murales que representan escenas variadas de carácter popular.
Casi al final de la visita al Palacio podemos contemplar dos de las estancias que más reflejan el lado cultural del Marqués como hombre de Letras y de Ciencias: el Despacho, lugar de recepción de ilustres visitas y la Biblioteca donde se albergan diez mil volúmenes de diferentes materias (Arqueología, numismática, historia, geografía…) así como una colección de sellos y de monedas.
Para finalizar, otra de las joyas del edificio, el Salón de Baile decorado con ágatas, mármoles y grandes espejos venecianos y frescos en el techo, representándola Historia del Baile, conforman un conjunto difícil de olvidar. Un espacio pensado para, además del baile, el divertimento de los invitados de los Marqueses. También se usó, en diversas ocasiones, para exposiciones de arqueología y numismática, así como para veladas literarias.
Estas son, a grandes rasgos, las bellezas que atesora el Museo Cerralbo, tan poco conocido y que bien debiera ser admirado por todos para orgullo de cuantos aún rinden culto a la espiritualidad que se manifiesta en el Arte y en la Historia con más pujanza que en cualquier otra expresión de la vida.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Para realizar el reportaje fotográfico que acompaña al artículo visité el Museo en dos ocasiones con dos equipos diferentes. Por un lado, utilicé la cámara Canon 5D Mark II con el objetivo Canon 24-105mm f/4 y en la segunda ocasión utilicé la Olympus EM5 OMD con un objetivo fijo Panasonic 14mm f/2.5.
El mayor problema para hacer las fotos lo presenta la escasez de luz, principalmente, por lo que hay que subir mucho el ISO (en algunos casos hasta 3200), usar diafragmas muy abiertos y velocidades muy bajas (hasta 1/15) por lo que os recomiendo usar objetivos muy luminosos y, si tenéis oportunidad, algún tipo de estabilización, bien en la cámara o bien en el objetivo.

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